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Metadatos

Proviene de dos palabras: “meta” que viene del griego y que quiere decir “después de o más allá de” y de la palabra latina “datum” que significa “dato”. Por tanto, se podría decir que los metadatos son la información que describe otros datos.

Este término no tiene una definición única, sino que dependiendo del ámbito en el que se utilice podría tener diferentes acepciones: “informaciones sobre datos”, “datos sobre informaciones” o “informaciones sobre informaciones”.

En general, una definición bastante acertada del concepto podría ser “toda aquella información descriptiva sobre el contexto, calidad, condición o características de un recurso, dato u objeto que tiene la finalidad de facilitar su recuperación, autentificación, evaluación, preservación y/o interoperabilidad”.

Este término comenzó a utilizarse en los años 60 (bajo la expresión de “datos sobre datos”), pero ha sido ahora cuando realmente ha cobrado más relevancia debido a la incontable cantidad de información almacenada en la World Wide Web y a la necesidad de clasificarla, etiquetarla y describirla para favorecer su búsqueda. Y es que se trata de un concepto muy utilizado en el mundo informático, aunque es aplicable también al mundo físico.

Para entenderlo mejor, en el mundo físico los metadatos de un billete de metro harían referencia a la hora en la que se ha sacado, la información sobre el origen y destino, precio, terminal desde el que se ha impreso, etc.

Aun así, hay que tener presente que este término se utiliza básicamente en un entorno informático. Debido a la gran cantidad de propiedades e información que contienen, podríamos decir que los metadatos son multifuncionales y es que, entre otras muchas, los principales objetivos que cumplen son los siguientes: facilitan la búsqueda y análisis de los datos, mejoran la gobernanza de los datos, ayudan a la integración (entre usuarios TI y empresas), facilitan la estandarización, mejoran los informes, realizan desarrollos más rápidos, gestionan los cambios y aportan mayor seguridad en dichas gestiones.

Estos son los ámbitos más comunes donde se encuentran:

  • Fotografías e imágenes: como velocidad de obturación, modelo de la cámara utilizada, velocidad ISO, incluso coordenadas del lugar donde se realizó el disparo (si dispone de GPS y está activado). Además, el propio autor puede añadir posteriormente otra información como su identidad, descripción de la escena, etc.
  • Vídeos: además de obtener prácticamente la misma información que en una fotografía, se pueden obtener otros datos como el formato en el que están grabados, duración, fechas de grabación y edición, software utilizado, etc.
  • Materiales escritos: ejemplos de metadatos podrían ser la extensión del documento, el autor, fecha de creación o el tipo de contenido, aunque hay muchos otros.

Con toda esta información, es fácil poder llegar a revelar patrones de comportamiento y relaciones y por tanto, puede llegar a afectar a nuestra privacidad. Si todos esos datos los extrapolamos a nuestra vida cotidiana, podríamos estar dando información sobre los lugares que frecuentamos, nuestros hábitos de consumo, horarios de trabajo, cuántos amigos tenemos e incluso cuáles son nuestras afinidades. Por ello es muy importante que seamos conscientes del tipo de información que estamos revelando cuando compartimos algo tan simple como una fotografía para que nadie pueda hacer un mal uso de ella.